domingo, 5 de junio de 2011

El examen

Querida hija:
Te acaban de bochar en un examen. Uno difícil, de los últimos de la carrera que tanto amás y que ahora querés abandonar. Te miro y no tengo palabras para darte consuelo. Mastico la bronca, más bien. Te vi cuidando de tu hijo con los libros junto a la cuna o sobre la mesa de la cocina. Te vi correr tras el dinero para pagar el alquiler, pero con los libros bajo el brazo. Te vi cargando la bolsa donde se mezclan el jabón en polvo con las fotocopias, el arroz, el detergente. Me preocupé por tus noches en vela, por tus almuerzos escasos, por tus prisas permanentes. Te vi llorar cuando aquel corte de luz consiguió apartarte por un rato de los textos. Te vi quedarte dormida sobre esos textos. Y también escuché como muchos criticaban tu esfuerzo ¿Para qué tanto? ¿Por qué no conformarte con lo que ya tenés? Y te vi dudar, pero seguir adelante Te vi agotada, pero seguiste adelante.
Hoy, cuando me lo contaste, vaya a saber que cara puse, porque si, estoy enojada. A todas las madres -y a algunos padres también- alguna vez nos duele la vida de nuestros hijos. Nos duele no haberles dejado un mundo un poquito mejor. Un mundo donde no se obtuviera tan magra recompensa para tanto sacrificio. Como a cualquier mamá me hubiera gustado ocultarte la cara oscura de la luna y algunas veces hasta mi propia cara. Me hubiera gustado un mundo más solidario, más bueno. ¿Y por qué no, más eficiente?
Un mundo donde nos cuidáramos los unos a los otros. !Pero no los unos de los otros! Hijita, este no es ese sitio justo todavía. No se estudia para saber. La palabra saber viene de sabor, y a nadie parece importarle demasiado el sabor de su propia vida, sino cómo controlar al prójimo. Esa es una gran tentación cuando se tiene poder.
Me pregunto por qué tu profesora no pudo darse cuenta de cuánto sabés, si su trabajo es, justamente, averiguarlo.
Tampoco sé cómo se sintió al aplazarte, porque no soy profesora, y no lo soy por eso. Me daría demasiada vergüenza decirle a alguien que no sabe, suponiendo que yo sí se. Sería como comer delante de un hambriento. Sentiría que he fracasado en la tarea más sagrada, que es la transmisión del conocimiento. Ese conocimiento que no es mío ni de nadie, porque nadie sabe nada solo, nadie hace nada solo, todos aprendemos solamente con otro. Y cuando yo no puedo ser ese otro para quien elije aprender de mí, siento que he fracasado.
Querida hija, no te preocupes, nadie puede impedir nada a nadie por mucho tiempo. ¿Sabés que nuestro cerebro no acepta la palabra “no”? Solamente existe el “si”.
Todo “no” es condicional. Todo “no” es “no todavía”. ¡No podemos aceptar “no” comer, por ejemplo, o “no” dormir, o “no” hacer. Todo “no” es sólo una condición para hacerlo de otra manera. Por eso, esa profesora, te lo aseguro, no puede aplazarte para siempre, solamente condicionar tu camino. Ese camino al final del cual vos vas a ser profesora. Pero no una profesora como ella, porque ella hoy te dio una gran lección, aunque sea dolorosa: Te enseñó como no ser. De eso, hija, estoy segura.
Te quiero mucho. !Fuerza! !Vamos! Este no es un destino final, sino otra vuelta del camino. Vas a recibir tu título de profesora, y para que estrenes ese día, te voy a regalar el vestido más lindo del mundo. Te lo prometo. Mamá.

Licencia de Creative Commons
El examen by Ada Fanelli is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en oficinadecorreos.blogspot.com.

No hay comentarios:

Publicar un comentario