sábado, 26 de marzo de 2011

Más vale tarde que nunca

Estimado Ángel:

Soy una señora del barrio de Barracas y me llamo Palmira. Según tengo entendido sos el encargado de repartir amor por este mundo y tengo un problema muy serio con tu trabajo.
Desde hace un tiempito me está pasando algo raro que no sentía desde hace mucho, mucho tiempo. Por eso te escribo, para avisarte.
¿Cómo te confundiste? ¿Disparás con los ojos cerrados? ¡Es muy peligroso!
Si este amor es mío, llega demasiado tarde.
Te equivocaste, es para otra. A lo mejor para la separada del cuarto, que debe tener cuarenta. Todavía es joven, está sola y tiene dos chicos chicos: ¡No le vendría nada mal un marido!.
O una novia para el muchacho de la guitarra que no me deja dormir a la noche.
Pero a mí, Cupido, a mí…. No podés flecharme sin la más mínima consideración y sin sopesar los pros y los contras.
Don Raúl es un buen vecino del barrio, nada más. Viene a la tarde a tomar un tecito y charlamos de nuestras cosas, de otros tiempos. A los dos nos gusta el tango. Quiere que aprenda para ir juntos al corso. ¿Te imaginás a mi edad en el corso? ¡Si me viera mi madre! Ella nunca me dejó. Después me casé pero mi difunto marido tocaba el bandoneón a piano y decía que los músicos no bailan. Yo tampoco.
Después que murió empecé a ir al centro de jubilados. Hacer yoga es muy bueno para el reúma. Y a la feria del plato tampoco fui a buscar novio. ¡Que te pensás ángel loco!.
Ahí nos conocimos. Me compró toda la tarta que hice y empezamos a hablar. Del Tsunami, pobre gente, del gobierno, de la política, y resultó que los dos somos peronistas, que casualidad. Cuando era joven lo conoció al General Perón. Me mostró una foto donde está haciendo guardia en la Casa Rosada. ¡Qué buen mozo! Vestido de Granadero, muy alto y elegante.
También me contó que sufre mucho del hígado, y como yo tengo un tecito especial, le ofrecí una tacita, pobre hombre.
Vino a mi casa una tarde y se sintió mejor. Siguió viniendo, porque él también es viudo. ¿Quién va a preparárselo?
Dice que como yo, no lo hace nadie. ¡Mirá si le voy a creer! ¡Mentiroso!
Hasta que un díame preguntó –Palmira -ahí empezo a llamarme por mi nombre- ¿por qué no me deja que yo también la invite?
¡Es una persona tan educada! Un domingo fuimos a una confitería muy linda.
-Pida, pida, no sea vergonzosa- me decía.
Y a mi, si hay algo que me gusta, es el hombre generoso. Desde entonces, cada vez que cobra la jubilación, vamos a tomar té con masas a donde yo diga. Un caballero.
Bueno, y así, hasta que pasó lo que pasó. Eso que vos sabés muy bien. No fue mi intencion. Si me compré el vestido nuevo fue porque no tenía, y si fui a la peluquería fue porque la Gladys me convenció. Y si él dijo que estaba muy linda no es mi culpa tampoco.

Nunca creí que esto podía pasarme.
-¿Tener vergüenza?-dice Don Raúl- ¡Si no le debemos plata a nadie! Y me agarra de la mano adelante de todo el mundo.
Hoy, cuando me estampó un beso, pensé:- ¡Justo ahora que se me terminó la Corega!! Pero, por suerte, no pasó nada.
Si, el corazón me galopaba como un potro, y los ojos a él le brillaban como si tuviera veinte.
Pero no los tenemos.
¿Como le digo esto a mis hijos?
¡Qué problema, Dios mío!

Cupido, es tu culpa, no te fijás. En cuanto te llegue esta carta, me deshacés lo hecho, porque no tenés derecho.
Estoy hecha un lío. ¡Hasta me salió en verso!.

Con todo el respeto, me despido de vos: Palmira

PD: por favor, no creas que soy una malagradecida, estoy muy feliz, pero ponete en mi lugar y entendé que esto es un papelón.

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viernes, 18 de marzo de 2011

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DESCRIPCIÓN DEL DISPOSITIVO "SOLUCIÓN TOTAL"

1.- La potencia de trabajo dependerá de la magnitud del proyecto. Dicha magnitud aún no posee límites expresos.

2.- Como ocurre con cualquier otro dispositivo, para su funcionamiento necesitará de dos polos, uno positivo y otro negativo a los que se suma un tercero, imprescindible para el buen desempeño del sistema.

3.- Polo positivo: “C" (Codicia)

4.- Polo negativo: “M" (Miedo)

5.- Polo neutro: “I" (Indiferencia)

Advertencia: insistimos, no comprometa el éxito del dispositivo desestimando la conección correcta del polo de fuerza neutra "I" (Indiferencia). En caso contrario la empresa no aceptará reclamos por mal funcionamiento del sistema.

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-C- codicia- -M-miedo-I-indiferencia-

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Por último, nos permitimos hacerle notar que consultando las páginas de cualquier periódico, podrá apreciar el uso, en distintos países del mundo, de sistemas como este que llega a sus manos por un mínimo desembolso. Además, dispondrá de la energía que proporcionan Miedo, Codicia e Indiferencia sin realizar gastos extras, ya que son abundantes y están disponibles para cualquiera, durante todo el tiempo y en cualquier sitio. Con orgullo empresarial le aseguramos que nuestros clientes siempre quedan satisfechos con el producto que también Ud. disfrutará pronto.

El compromiso de secreto profesional nos impide publicar nombres, pero aquí le transcribimos, de forma anónima, algunos agradecimientos de quienes ya están disfrutando de los beneficios del sistema “Solución Total” de uso simple, seguro y sin riesgos para su propietario. Le auguramos el mayor de los éxitos. No vacile, consúltenos sus dudas e inquietudes. Estaremos felices de ayudarlo.

Nuestros clientes dicen:

“...gracias, mis ventas aumentaron y mis clientes insatisfechos también”.

“...no tengo palabras para contarles como "Solución Total" cambió mi vida. Ahora los demás están resentidos y yo ¡Feliz de verlos frustrados!”

“...construí un campo de trabajos forzados y me pagan para entrar. No se como agradecerles.”

“...no puedo creer el buen resultado del dispositivo "Solución Total", les quito su dinero y les cobro por guardarlo. Insuperable, gracias. “

“...mi negocio tiene ya 25 sucursales en el país y estoy a punto de ampliarme al Mercado Internacional. Todo esto gracias a sus consejos, ya que aumento los precios y bajo la calidad, y cada vez vendo más. Increible, gracias otra vez.”

Todos los días llegan a nuestras oficinas cartas como estas confirmando el éxito de nuestra "Solución Total". Próximamente esperamos contarlo entre nuestros clientes satisfechos.

Atte.S.S.S.

Dr. Lucy Fer

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domingo, 13 de marzo de 2011

Mariposa Azul

Querida Mariposa Azul:

Hoy supe que encerrados en la frágil cáscara del cráneo humano conviven, concéntricos, no uno, sino tres cerebros.
El que anida en lo más profundo, es de lagarto. Rodeándolo o recubriéndolo, hay otro de mamífero. A su vez, sobre él, extendiéndose como un manto o una fina cáscara, el que suponemos humano, tal vez de loco o de poeta. Es muy débil y pequeño, como un recién nacido.
Todo el tiempo, ahí están mis tres cerebros, compartiendo la misma habitación. Y así, por fin, comprendo el motivo de tanto combate interior. Tanto conflicto y tanta interminable negociación.
A veces, me abandono al sueño como a una planicie, como si toda La Pampa fuese mi cama. En la distancia, los bordes de pasto se unen con el cielo que se precipita a lo lejos golpeando con la fuerza del rayo para subir nuevamente en una espiral verde que se aleja hacia el horizonte, perdiéndose en una lluviecita delgada que avanza, como puede, por entre los resquicios, en pos del tallo vegetal, buscando las raíces que le ofrecen su esencia de barro y polvo seco para cubrir el esqueleto de un terodáptilus muerto. -¡Cómo, si no, iba a estar un terodáptilus!- Me indigno y necesito corregir mis palabras, aún sabiéndome dormido.
Entonces replico: -¡No es tan fácil ser este maldito lagarto salido un día de todas las aguas! No cualquier lagarto. Pez trashumante transmutado. Rebelde que un día sacó la cabecita del mar y descubrió el cielo, y quiso quedarse viéndolo constantemente, sin saber que al fin y al cabo, en el horizonte se funden arriba y abajo. Pero el muy pescado, sin comprender que ya vivía en el cielo, empezó a crecerse unos pulmones donde habían bránqueas y unas patas en lugar de aletas, y creyéndose tan original, pisó por primera vez una playa. Bien pudo ser Villa Gessell.
Todo es arena. Sequedad. Viento. Y extraña el mar. Por eso se inventa tetas y deja de llamarse lagarto y decide tener un poco de mar adentro, y de ese mar van saliendo los hijos, uno a uno, hasta transformarse en una multitud que también marea como el mar.
Multitud de seres con tres cerebros, como mal disimuladas hidras enterradas en esta caja de huesos. Yo, hijo de la hidra, me despierto ensordecido. La cabeza truena. Los tres no están de acuerdo, nunca están de acuerdo.
Cada uno quiere que haga lo que él quiere hacer, y combaten. Furiosamente combaten. A muerte combaten. Se embisten intentando ganar sitio en mí hasta agotarme. Caigo rendido y duermo otra vez intentando olvidarlos, o que me olviden. Quisiera explicarles que yo sólo soy un poco de lluvia y polvo mojado en la llanura. Que ellos también son sólo un poco de polvo mojado, que todo es solamente un poco de lluvia y polvo mojado. Pero no me oyen porque son remolino. Yo no sé que buscan los atolondrados remolinos de viento en mi cabeza. Por eso, cuando me duermo, si puedo, prefiero soñar con la mar. Con añoranza de lagarto, con poesía de hombre, con hambre de vaca, abandonando al fin la triple locura sobre la almohada que se abre para mí, en la noche, como una madre. Y así, me elevo liviano, liviano, liviano, como si llevara puestas las alas de una mariposa. Una mariposa azul.
Querida Mariposa Azul, escapa de esta cabeza, busca rendijas, ranuras, inventa nuevos errores para espantar al mundo. No te des vuelta, nunca, nunca. Despliega tus alas de cielo en el cielo.
Monta sobre una nube, habla con los pájaros y las luciérnagas y cuéntales la historia del pez que quiso ser lagarto y del lagarto que quiso ser vaca y del animal de tres cerebros. Cuéntales como parió hijos e hijas que llenaron los confines, todos niños de tres cerebros que no están de acuerdo, nunca están de acuerdo y pelean entre sí destruyendo su mundo, sus crías, su prójimo y a sí mismos. Cuéntales cómo olvidó el cielo y cómo lleva la mar dentro de sí y cómo cada año, sistemáticamente, inicia la migración hacia cualquier costa para, arrobado, contemplar desde allí su antiguo hogar de pez. Cuenta también que a veces la mar asoma a sus ojos y traza surcos de sal sobre sus mejillas y todo podría ser diferente a partir de allí. Cuenta como entonces parece transformarse por unos días y se echa sobre la arena contemplando el cielo como si hubiera conseguido sentirse sólo un detalle más del Universo y cómo, por un instante, sus tres cerebros parecen calmarse.
Pero, al poco tiempo, despiertan nuevamente su voracidad y su codicia e inicia el retorno. Vuelve a su encierro en el antiguo cofre de huesos perforados como si temiera. Como si ya no pudiera. Como si hubiera olvidado otra vez.
Cuéntalo todo, Mariposa azul. Cuéntalo a quien quiera escucharlo. Cuéntalo ahora, liberada al fin, de las visceras y las cuencas. Espera a que cese la tempestad, y cuando encuentres el arcoiris, vuela hasta lo más alto y desde allí, cuéntalo. Cuéntalo todo, no te detengas.
¡Ay! ¡No te detengas!.

Sin otro particular, me despido con la alegría de verte, por fin, volar.

Tu seguro servidor:

Ser Humano.

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domingo, 6 de marzo de 2011

Carta abierta de Eva para Adan

Querido mío:
El retorno a nuestro hogar está próximo. Según el cumplimiento de las señales proféticas, el fin de los tiempos terrenales se avecina.
¡Y la vuelta al sitio del que hace tanto fuimos arrojados por nuestro padre!

Cumpliremos ya treinta mil años juntos, y cuando veo festejar sus bodas a nuestros hijos, me pregunto cuántas de cristal, cuántas de plata y cuántas de oro quedaron a nuestras espaldas. No ha sido tiempo transcurrido en vano, me digo, cuando veo este maravilloso mundo poblado de millones y millones de nuestros descendientes, hijos e hijas de la vida.
Te estarás preguntando por el motivo de estas líneas.
Por fin, amor mío, creo llegado el momento de hacer públicas algunas cuestiones. Saberlas es importante para nosotros, pero también para nuestros hijos. No creas, no olvido las trágicas consecuencias que cayeron sobre nuestra estirpe la última vez que quise enseñarte algo. Sin embargo...!Ah!... ¡Cómo me cuesta hablar!...
Debo hacerlo. Fueron muchas las cosas no dichas en estos treinta mil años y estoy harta del silencio y el ocultamiento. Pon atención y escucha...
¿Recuerdas a Lilith, tu primera esposa? No, no voy a hacerte una escena de celos retrospectivos, pero hay algo que debes saber acerca de ella y de mi.
¡Su carácter era muy parecido al tuyo! Las relaciones entre ambos eran tan conflictivas. Especialmente las íntimas. La recordarás, imaginativa y ardiente. A su fantasía la llamabas locura. No había términos medios entre hacer el amor, pelear y las maravillosas reconciliaciones, seguidas nuevamente de riñas terribles. ¿Qué cómo sé tanto de ambos cuando tú trataste de mantenerlo oculto destruyendo toda huella de su memoria, borrando incluso su nombre del Gran Libro? ¡Oh, amor mío, qué ingenuo eres! No temas, nadie me lo ha dicho, ni ángeles ni demonios, únicos testigos, por otro lado, en aquellas épocas de nuestra juventud. Solamente lo recuerdo. Si, Adán, lo recuerdo. Yo estaba allí cuando la arrojabas de tu lado por la noche, enojado porque era ella quien te buscaba , e interpretabas su concupiscencia (que palabras has inventado, Adán, en el nombre de Papá) como señal de exigencia y egoísmo, cuando en realidad lo eran del amor más apasionado, como te lo habrán demostrado todos los años de fidelidad que te consagré.
¿Ya has descubierto el engaño? Si, esa es la verdad. Yo no existo. O mejor dicho, yo soy Lilith.
¿Cómo? Ya lo sabrás, si, como espero, tu curiosidad logra superar tu orgullo, y no has arrojado estas páginas lejos de ti. Si todavía estás allí, sígueme por favor.
¿Recuerdas la última pelea?
Aquella vez, cuando llegamos a los Riscos Azules del Norte, agotados después de una larga caminata, siguiendo los senderos angostos y ascendentes por donde sólo pasan las cabras, y de a una por vez. Llevábamos varios días sin discutir, y estábamos alegres. Jugábamos a perseguirnos y a dejarnos atrapar para caer uno en los brazos del otro, exhaustos. Llegamos hasta la cumbre, y allí estuvimos un buen rato, extasiados ante el espectáculo que nos rodeaba. Las nubes blanquiazules, el prado salpicado de amapolas, las rocas fosforescentes a la luz del sol. !Que maravilla! Comimos unas frutas pequeñas y rojas que después se llamarían frutillas. Y todo en medio de un ambiente primaveral. Ni calor ni frío. El clima es lo que más extraño de nuestro hogar. No puedo acostumbrarme a los excesos de la tierra. Aquí siempre hace demasiado calor o demasiado frío. O demasiado viento, o lluvia. ¡En fin! Tienes razón, me estoy quejando todo el tiempo.
Bien. Esa tarde, después de la caminata y el almuerzo, te quedaste dormido. ¡Estabas tan hermoso! Tus largos cabellos revueltos confundiéndose con tu barba rojiza, (creo que eres lo más parecido a un león, después de otro león , por supuesto). Yo también dormité, pero estaba demasiado excitada por el lugar que habíamos descubierto, y por el olor de tu cuerpo. Tenía sed. Me levanté, di unos pasos en dirección a un pequeño espejo de agua detrás de unos matorrales y me zambullí. ¡Ah los manantiales del Paraíso! No los hay iguales en ninguna otra parte. El agua, siempre fluyendo transparente, a la temperatura justa, acariciaba mis pezones recordando el contacto tibio de tu boca. Después de nadar un rato, salí del agua y retorcí mis cabellos dorados para secarlos, sujetándolos sobra la nuca con una varilla de mimbre.
Seguías acostado sobre la hierba, tan bello como un rato antes. Me incliné sobre ti, y acaricié tu pecho de león, esperando despertarte, pero estabas profundamente dormido.
Acaricié tus cabellos, tus piernas velludas, tu sexo, que comenzó a erguirse entre mis labios. Te sentía en esa semiinconciencia ubicada entre el sueño y la vigilia. Gemiste, y besé tu boca dando la espalda al cielo. De pronto me atravesó como un rayo una idea maravillosa. Me monté sobre tí como sobre un potro, y mis caderas se comenzaron a mover rítmicamente como lo hacen las tuyas, y con los mismos maravillosos resultados. El final nos encontró unidos profundamente, recorriendo nuestros cuerpos al unísono, irradiándose a nuestro alrededor primero y de allí en ondas concéntricas a todo el Universo. Yo me derribé blandamente, como de arena.
Y entonces fue: Tus ojos se abrieron como volcanes furiosos, al comprobar que todo era cierto, que no estabas soñando. Apoyaste las manos sobre mis caderas, empujándome al tiempo que salías de mí profiriendo insultos como nunca antes lo habías hecho.
Primero fue el estupor, después el miedo, recién después el dolor. Corrí, sin dirección, cuesta abajo, insensible a las piedras y a las espinas que herían mi carne, nunca tan lacerada como mi alma. Corrí tratando de huir de tu imagen, de mis lágrimas, a pesar de mi cuerpo, que sabía inutil la carrera porque estabas dentro mio. Por fin caí de rodillas bajo un manzano, y contra su tronco rugoso sollocé hasta el anochecer. Allí terminé por dormirme.
Los primeros días vagabundeé sin rumbo fijo. Ni siquiera en sueños conseguía olvidar mi pena. No comía ni bebía. Cuando algún animalito se me acercaba, le mostraba mi alma y le preguntaba: -¿Tú me culparías?
Créeme, ninguno lo hizo, pero yo no sabía cómo podría vivir el resto de la eternidad sin ti. Sin embargo, nunca volvería, aunque me buscaras, cosa que de cualquier manera no parecía estar en tus planes. Yo, a pesar de no conocer aún el orgullo, me sabía humillada. ¡No, nunca! Lloré y recé, implorando a Dios, pero nuestro padre no pareció conmoverse ni escucharme.
Un poco llevada por la curiosidad, y un poco por el azar, un día te encontré sentado sobre una roca, charlando con la serpiente (recordarás que, en realidad, ella siempre fue más amiga tuya que mía) Cabizbajo, parecías estudiar la vida de las hormigas, mientras ella sibileaba ladina junto a tus oídos. Desde donde yo estaba no escuchaba sus palabras, pero veía como tus puños se crispaban y cómo te levantabas lanzando un alarido donde se mezclaban dolor y odio. Supe, por esas cosas que sabemos las mujeres, que yo era la causa y objeto de ese grito. Y sabía también , a pesar de no verla, que ella se alejaba satisfecha, una vez cumplida su pérfida misión. Sonriendo, de alguna manera, como sonríen las serpientes.
Ahora entendía porque no venías a buscarme, arrepentido de tu tonta actitud, como lo habías hecho otras veces. Yo no volvería contigo. Tú no me buscabas. Sólo un hombre y una mujer en todo el Universo. ¿No había futuro para el mundo? Saltaban lágrimas de mis ojos, pensando en los hijos que no vendrían por tu insensatez y arrogancia. ¡Oh Adän! Es que a veces pareces un león, y a veces una mula.
Gastaba las horas del día en charlar con los animalitos, especialmente con la pareja de conejos, pero ellos, a pesar de toda su buena intención, sólo podían consolarme, pues no comprendían en absoluto nuestro problema. Para papá conejo no generaba ningún conflicto la posición en que se hicieran los conejitos, independientemente de que a mamá coneja nunca se le habían ocurrido variantes. A los monitos, mucho más creativos, no se les ocurría usar el tema como motivo de discusión. Todos ellos estaban muy ocupados en cumplir con el precepto divino que dice: “Creced y multiplicaos”. ¿Por qué solamente a nosotros se nos hacía tan difícil?
Convencida de no encontrar la solución a nuestros problemas, no quería tampoco entretenerlos con mis preocupaciones, así que, sola, me dediqué a caminar y nadar. Empecé a aficionarme a la observación de la naturaleza. De observar a experimentar hay una distancia muy corta. Así, frotando dos piedras, una contra otra, descubrí un extraño fenómeno brillante. Enseguida se transmite a las ramas secas y los pastos. Si lo acercaba a mi piel, ardía por largo rato dejando una marca desagradable. Poniendo algún alimento encima, este cambiaba de color y sabor. Muy útil pero peligroso, se debía tener mucho cuidado con él. Era el fuego.
Probé con prácticamente todo: además de cocinar los alimentos, endurecía la tierra mojada, y fundía las rocas y la arena. Me entretuve muchas horas en confeccionar cacharros, y...!Qué lástima! Tenía todo lo necesario en una cocina, menos una familia para servirle la cena. Estos pensamientos llenaban otra vez mis ojos de lágrimas, y partían mi corazón.

Un día, después de macerar unas hierbas en el agua del manantial y ponerlas a hervir con zumo de frutas verdes, pude apreciar su olor nauseabundo. Aparté la mezcla para desecharla, cuando casualmente un mechón de mis cabellos cayó dentro. Cual no sería mi asombro al verlo cambiar de color, para adoptar un tono rojizo muy parecido al tuyo, que siempre me gustó tanto. Al recordar tu pelo, me puse a llorar de nuevo.
En ese instante, surgiendo como lo hace siempre, subrepticiamente, la serpiente apareció a mi lado. Sequé rápidamente mis lágrimas, pero ya era tarde.
-¡Vete! – le grité dando vuelta el rostro, pues la recordaba susurrando insidias en tus oídos.
- ¡Vete! ¡No quiero verte ni escucharte! ¡Vete!
- Bien –dijo- me voy con mis noticias.
Ella sabía que la curiosidad es mi punto débil.
-¿Qué noticias? Le pregunté, pero ya se alejaba, no sin agregar antes:
- Si quieres saberlo, te espero bajo el manzano.
Por supuesto, no fui inmediatamente. Pero fui.
Ella estaba durmiendo enrollada. Despertó tán rápidamente que no se cómo pude notarlo.
- Has venido -dijo, redundante- Entonces deseas conocer las buenas noticias.
- Si tú las traes no deben ser tan buenas- Contesté de mal tono, más enojada con mi debilidad que con ella misma.
-¡Oh, Lilith! ¡No me trates así! Al fin tus ruegos fueron escuchados por nuestro Padre Todopoderoso. Cuando conozcas el mensaje que traigo para tí, seguramente te arrepentirás de tu desconfianza. En señal de amistad. ¡Come!. Dijo, arrojándome una redonda y brillante manzana.
Yo la tomé en el aire, pero no me la llevé a la boca. Recordaba perfectamente que esos frutos estaban prohibidos.
-¡Come! Insistió ella, adivinando mis temores.
-¡Come! Nuestro Padre es Todopoderoso y Omnisapiente. El sabe que estamos aquí, y que te estoy tentando con esta fruta, y si no lo quisiera así, esto no ocurriría. Le sería muy fácil destruir de un plumazo a una débil vivorita como yo, y si no lo hace , seguramente será porque es El quien envía esta noticia que te traigo, en respuesta a tus ruegos. Tú le rezaste, pero no me lo has dicho, así que si yo no viniera encomendado por el, como podría saberlo.
Largó todo el discurso de un tirón, y le creí. No se si era cierto, ya que nunca supe lo contrario, o porque es, desde luego, el mejor mentiroso de la historia del mundo, o simplemente porque estaba muerta de ganas de creerle, de saber, de salir del infierno donde estaba metida. Di un mordisco. Inmediatamente sentí una luz inundandolo todo, y vi, ( vi como se ven esas cosas) a un ser diminuto , regordete y sonrosado, corriendo hacia mí. Parecía como un Adán pequeñito, o algo así. Levantó sus bracitos y cuando iba a tomarlo entre los míos, se esfumó de mi conciencia. Mis manos volvieron a mi hasta abrazar mi propio vientre.
Ahora sabía. El estaba allí, creciendo. Nuestro hijo.
Abriéndome paso entre las lágrimas, corrí a mi refugio, huyendo de las palabras de Lucy, que se habían pegado a mis oídos:
-¡Qué bonito es! Lástima que su papá no lo conozca.
Para mí esta idea era terrible. No podía concebir a nuestro hijo sin su padre. Muchísimos siglos después pude comprender , gracias a la terapia, el motivo inconciente de mi angustia. No era, en realidad, por tu ausencia, sino por carecer de imagen materna, justamente en el momento en que yo misma iba a transformarme en madre. Pero, en fin, las cosas fueron así. Además, como no le tienes simpatía a los psicólogos, no me voy a extender sobre el tema. Hoy, mi deseo está muy lejos de provocar una discusión inútil.
Decía que las cosas fueron así, y que concebí un plan que llevaría meticulosamente a cabo. Al bañarme, había descubierto que mi mechón rojo no perdía su color, así que volqué la mezcla sobre mi cabeza. Toda mi cabellera adquirió el mismo tono de cobre brillante.
Cuando me miré en la corriente del río, comprobé cuantos cambios se habían consumado en mí, un poco gracias a la cosmética, y mucho por los efectos del embarazo y la vida sedentaria. Mi rostro, mi pecho, mis caderas, todo estaba redondeado, y parecía realmente otra mujer, salvo por un pequeño detalle: mi pubis se resistía al teñido, aferrado a su dorado original. Como aún no se había inventado la depilación a la cera negra, ni siquiera la hojita de afeitar, el único recurso era ocultar. Confeccioné con hojas un taparrabos que sujeté a mis caderas con hebras vegetales. Ya que estaba, se me ocurrió confeccionar un bonito corpiño haciendo juego, y así cubrí mis pechos. Con un poco de tizne, oscurecí mis párpados y mis pestañas, que en combinación con el tono rojizo de mi cabello, daban un efecto verdoso a mis ojos.

El éxito fue rotundo. Ni mi madre, de haberla tenido, me hubiera podido reconocer. La primera parte del plan estaba listo. Ahora yo ya no era yo. El resto sería más fácil.
Me acerqué sigilosamente a los lugares por donde merodeabas, y te vi sentado tirando piedritas al agua. Eso lo hacías cuando estabas aburrido y te quedarías dormido rápidamente. Así fue. Cuando escuché tus ronquidos me acerqué y me acurruqué al lado tuyo. Después, ya sabes la historia.
Al despertar no me reconociste, preguntándome quien era. Yo te contesté:
Me llamo Eva, y mientras dormías vino Dios y conmovido al verte tan triste, dijo: “No es bueno que un hombre esté sólo”, y te arrancó una costilla y me creó de tu misma carne, para que te acompañara.
Aceptaste mi versión sin más, e incluso te quejaste durante varios días de que te dolía un costado. Parecías contento, y adoptaste una actitud de suficiencia, mostrándome los lugares que yo ya conocía, ante los cuales tuve que fingir asombro. Ni una palabra de Lilith. Dijiste que de ahora en más, ya que Dios me había creado para ti, yo tenía que hacer todo lo que tú quisieras. Yo, fingiéndome pudorosa, te contesté que no podría cumplir con todos tus deseos. Te hice prometer que nunca me contemplarías desnuda, y que nuestras relaciones íntimas sólo tendrían lugar en la oscuridad de la noche.
Tu aceptaste rápidamente, pues supusiste que me avergonzaba de que Dios no me hubiera dotado de un pene como el tuyo. No lo discutí, porque debía guardar el secreto de que yo no era yo, y mi pubis de oro podía delatarme. Creo que fue la razón por la que empezaste a amarme, y yo, a perder tu amor.
Pues bien: desde entonces he hecho todo lo que querías. Pero no soy tan tonta. Decidí que lo que no habías hecho por mí por las buenas lo harías por las malas.
Si ibas a tratarme como a un ser inferior, si siempre estaría debajo tuyo, si tú ibas a ser el fuerte y yo la débil, tú el inteligente y yo la tonta, entonces tú tendrías que trabajar para mí, alimentarme, cuidarme, deslumbrarme con tus hazañas.
Por obra y gracia de Dios, yo soy tú, y tú eres el mejor de todos los seres vivientes.
Pero necesitas que alguien te lo diga.

No fue un buen trato. Ambos fuimos cobardes, ingenuos y egoístas como después lo fueron nuestros hijos, Caín y Abel.
Nuestras relaciones íntimas fueron estereotipadas y aburridas. Me consolaba con nimiedades, y te exigía costosos presentes, dignos de tu pedantería y mi insatisfacción. Mientras me hacías el amor (literalmente lo hacías, porque yo me quedaba quieta como corresponde a una señora decente) pensaba vengativamente:
-¿Querías moverte? ¡Muévete! !Transpira! !Trabaja! ¡Pelea por conseguirlo!
Pero la rigidez, poco a poco, iba haciendo presa de mí. Yo, orgullosa, la disfrazaba de dignidad, ocultándome tras una aparente virtud. Alguna vez quisiste desnudarme, arrancar mis ropas, pero no te dejé. Gritaba, me desmayaba, te acusaba, me fingía enferma. Tanto hablé de pecado, que hasta yo misma terminé por creerlo.
Te preguntarás por qué decidido hablar ahora, y la respuesta es muy simple: Estoy aburrida de ser otra. No quiero entrar a la eternidad ni al paraíso disfrazada. Quiero conquistar la esperanza, y ya no me importa el precio, porque conozco el costo de no ser yo misma.
En realidad, una vez, hace mucho, quise decirte la verdad. Con tu hijo creciendo dentro de mi, había perdonado que me olvidaras, cambiándome tan rápidamente por otra, aunque ambas fuésemos la misma. Entonces decidí revelarte el engaño, y con la excusa de contarte una historia, te llevé bajo el manzano que había sido testigo de mi dolor y confidente de mis secretos. El mismo bajo el cual Lucy me había revelado la verdad que ocultaba mi vientre, y donde yo quise revelarte mi identidad. No me escuchaste. No quisiste aceptar que ignorabas algo que yo sabía, y me advertiste con estas palabras:
- Ya antes que tú, otra mujer quiso superarme, y aunque la amaba renuncié a ella, arrojándola a los infiernos de la soledad en que yo mismo quedé, y de quien nunca más supe nada. Tanto la amaba, que su recuerdo estuvo a punto de hacerme caer en la tentación de ir a buscarla. Ya lo había decidido, cuando Dios, apiadándose de mí, me sumió en un profundo sueño y te sacó de mi costilla, para que ambos recordáramos qué lugar debes ocupar junto a mí. De esta manera, El señaló que mi decisión era correcta, y no la rebeldía de ella. Y para que nunca más corriera el riesgo de caer en la tentación de recuperarla, te trajo hasta mí. Pues bien, Eva, esposa y amada mía, ahora te amo tanto como la amé, y debes aceptar el destino que nuestro padre marcó para ti. Si te revelaras, no dudaría en tomar la misma decisión que tomé entonces, y que ahora se, fue dolorosa pero correcta.
¡Ay, Adán! Que necia fui. Ya nunca más intenté desengañarte. Acepté mi destino, y tú creíste que mis lágrimas eran de arrepentimiento. En realidad si lo eran. Pero arrepentimiento por haber mentido, poniendo así los clavos en mi propia cruz. Este es, Adán, el pecado original sobre el que nuestros hijos e hijas han construido sus existencias. Tu soberbia y mi mentira.
Dediqué mi existencia a alertar a nuestros hijos acerca del pecado que les dio origen, pero nunca me atreví a confesar su naturaleza. Fuimos castigados en nuestros primogénitos y en toda su descendencia.
Fue castigada mi impaciencia y mi falta de fe. No tuve la suficiente confianza ni en ti, ni en mi, lo cual es tanto como no haber tenido fe en nuestro creador. No pude esperar a que el sabor amargo de los frutos del error te hicieran arrojarlos de tu boca, y hablé en nombre de Dios, urdiendo una patraña que se transformó en mi infierno. Porque yo soy Lilith, la mujer original que vive castigada en el fondo de su propio corazón, mientras finge ser otra.
Querido mío, este mundo nuestro es a pesar de la mentira demasiado bello para ser destruido. Ofrezco mi arrepentimiento en el nombre de la vida, y ruego a Dios que fortalezca mi corazón para comenzar nuevamente. Ahora en nombre del amor y no del engaño. Es la única forma de terminar con la hipocresía. Hubo un tiempo en que creí (también otra mentira) que nuestros hijos aprenderían de nuestras palabras. No fue así. Ellos sólo pueden aprender de nuestras acciones. Tal vez la única manera de reabrir las puertas del paraíso.
Eso es todo, amado mío. Te he querido desde el principio de los tiempos, y seguramente será así por lo que resta de eternidad. Ansiosa, quedo a la espera de tu respuesta.

Tuya

Eva y-o Lilith

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Carta abierta de Eva para Adan by Ada Fanelli is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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