domingo, 17 de abril de 2011

Casi una historia de amor

Querida May:

Me pregunto si te acordarás de mí y quiero convencerme de que si. Vos nunca desapareciste de mi memoria, y frecuentemente estás en mi imaginación. Entonces no puedo ahuyentar la comparaciones, como ahora, por ejemplo.
Frente a mí hay un enorme ramo de rosas rojas que compré hace un rato para regalarle a mi mujer. Ella lo tomó y no pude evitar sentirme molesto cuando se lo entregó a la mucama casi sin mirar, ofreciéndome su blanca mejilla fría cuando intenté besar su boca.
-Me vas a correr el maquillaje -contestó a mi gesto- Y después, intentó suavizar su respuesta con un “diar”.
Su actitud puede molestarme, pero ya no me hiere. Sé que para ella su aspecto es más valioso que su marido, es decir, yo. No me quejo, me lo he ganado. Entonces es cuando me invade el olor de otras flores, aquel ramillete con que te esperaba a la salida de la escuela.
Adornabas tu pelo y tu escote, y yo, ahora lo lamento- creía que eras cursi.
¡Como podías ponerte tan contenta con unas tontas flores compradas con un peso!
Te daba vergüenza que te besara frente a la escuela por que tus alumnos podían verte.
_!Chau seño! Te saludaban al pasar y yo daba vuelta la cara porque no quería tampoco que me vieran contigo. Me parecías poca cosa. Linda, pero sin mucho futuro. Una chica para pasar el rato. Yo, como futuro médico, podía aspirar a algo más. Un doble apellido, rubia, fina, con familia de plata. Una mujer para que envidien mis colegas.

Esa es Laura, la que da mis flores a la mucama sin siquiera obsequiarles una mirada.
La vi una noche en un boliche de moda, de esos a los que iba después de verte, cuando te decía que no podía quedarme con vos porque tenia que estudiar para los exámenes.
Ella brillaba y sus ojos azules también brillaron al descubrirme.
Claro, no eran azules, pero lo supe después, cuando pasaron a ser violetas, verdes, miel, color del tiempo, según le hicieran juego con la ropa. Aquí todavía no se veian las lentes cosméticas, pero ella traía todo de Europa o de Estados Unidos o se lo hacía traer por sus amistades.
Al principio me pareció enigmática. Quería descubrir cada uno de sus secretos. Y por fin lo conseguí: Son el número de su modista y el nombre de su peluquero.
Empecé a intuirlo cuando eramos novios, pero no me hice mucho caso a mí mismo. Poco a poco fui conociéndola mejor y se me hizo innegable que no hay en ella nada de mi interés. Pero su padre se deslumbró conmigo tanto como yo al principio con su hija y pronto supo hacer lo necesario para seducirme.
Era un buen hombre, y me dio el lugar del hijo varón que no tuvo. Tal vez porque también él representó el padre que no tuve o por mi ambición, acepté una boda de conveniencia sin cuestionarme demasiado.
Nunca le fallé a mi suegro y él pagó con creces mi fidelidad. Sin embargo, todo lo que tengo me lo gané. Soy un tipo que necesita sentir que no le debe nada a nadie. Las oportunidades que me dieron las supe aprovechar, sólo eso. El resto, fue mucho trabajo. Por otro lado, estar ocupado me permite olvidar el lado sombrío de mi vida.
Laura, por supuesto, no tenía muchas ganas de que la maternidad deformara su cuerpo, pero al fin accedió a mis ruegos o a la sugerencia de sus amigas, ya que eramos los únicos sin hijos del grupo, y ella siempre quiere todo lo que tienen los demás.
Cuando al fin consintió, siete años después de casados, y nacieron los mellizos, me sentí compensado. El amor que nunca supe inspirar en su madre, ellos me lo dan a diario y en abundancia. Son el sol de mi existencia.
Hoy, cuando los llevé a su primer día de escuela, nunca supuse que te vería . Ahí estabas, tan radiante como no supe recordarte nunca. Las manos no te daban abasto para acariciar las cabecitas de tus alumnos que competían por tus besos. Esos besos que un día tuve sólo para mí y no supe valorar.
Pero afortunadamente no me reconociste. Al menos, eso supongo. Claro, no me debo parecer demasiado a aquel muchacho que te esperaba a la salida de la escuela empuñando un ramo de jazmines que había comprado en la esquina.
Tengo el pelo gris, la cintura mas ancha y desde luego, la mirada opaca. Qué cosa, siempre me llamó la atención la mirada de las personas y aunque soy el oftalmólogo mas renombrado de la ciudad, nunca pude averiguar donde se oculta su secreto.
¿Por que nos resultan indiferentes algunas miradas y daríamos la vida por la caricia de otras? En fin. De cualquier manera, huí de tus ojos marchándome lo más de prisa posible,
Te estarás preguntando cuál es el motivo de esta carta, y francamente, no puedo satisfacer tu curiosidad. Ni siquiera sé si voy a enviártela. Tal vez, su destinatario no seas vos, sino yo mismo. Yo, que vendí mi alma al diablo y, por supuesto, no conseguiré negociar su devolución.
Creo que el hecho de que este año seas la maestra de mis hijos me alejará por una temporada de la escuela, a la que siempre acudo y con la que acostumbro a colaborar bastante.
Aunque daría mi vida por volver a verte, ni lo intentaré siquiera. Es mejor así. Vas a estar conmigo en el único rincón puro de mi alma, junto a mis niños. Cuando lleguen de la escuela, acariciare sus cabecitas, y tendré algo de ti. Es un premio que no merezco y no pido mas.
Espero, May, que el hombre que te merece haya llegado a tu vida y que seas feliz a su lado. Es mi deseo sincero de todo corazón.
Siempre tuyo: Marcos.

Licencia de Creative Commons
casi una historia de amor by Ada Fanelli is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en oficinadecorreos.blogspot.com.

No hay comentarios:

Publicar un comentario