domingo, 11 de diciembre de 2011

Honorable Señor Diputado de la Nación Argentina

De mi Mayor Consideración:

Le dirijo a Ud. estas líneas por un motivo importante: los argentinos empezamos a considerar un tema hasta ahora tabú: modificar la legislación sobre el aborto.
Se escuchan opiniones sobre el “derecho a abortar” o a “decidir sobre el propio cuerpo”, pero me parece que estamos usando frases hechas que carecen de toda relación con la vida real de las mujeres.
Nuestro problema no es el derecho al aborto, sino más bien el derecho a disponer de lo necesario para criar a nuestros hijos. Trabajamos una imposible cantidad de horas que nos quitan tiempo para la crianza. Hoy en día, prácticamente todas desempeñamos jornadas agotadoras a cambio de una remuneración económica, por lo general, bastante limitada. Las que pertencen a las clases medias y las profesionales, usan una parte importante de ese ingreso para enfrentar el pago de una niñera y-o guarderia, jardín de infantes o escuelas, con lo cual se produce una paradoja de la que, sin embargo, nadie habla: las mujeres no sólo ganamos menos que los varones por igual tarea, sino que, además, tenemos que pagar para trabajar. Se genera una redistribucion de los ingresos que contradice los principios del sistema capitalista, pero las mujeres somos así de contradictorias.
En épocas pasadas, el trabajo femenino en el hogar no estaba representado económicamente. Ahora sí lo está, pero el costo lo asumimos nosotras.
En caso de no tener un sueldo suficiente para contratar a otra mujer que ayude en la crianza y la atencion del hogar, las mujeres pobres se ven forzadas a realizar doble tarea y además, a dejar a sus hijos, en el mejor de los casos, con parientes, y en el peor, solos o lejos, ya que están obligadas a migrar de sus lugares de origen para encontrar ocupación en otro lado. Un problema estructural, como expone la pelicula “Mamuth”. Los países desarrollados enfrentan el mismo problema en la cultura post-moderna y apelan también a la mano de obra barata de las inmigrantes. Aquí disponemos de suficientes “paraguayitas” y “peruanitas” deslomándose “por horas” y en negro. El producto lo remiten al país de origen, donde una abuela o a una hermana se hace cargo de sus hijos. El resto, si queda, se ahorra para visitarlos una vez al año.
Porque las mujeres, digámoslo de una vez, vivimos en otro mundo, donde las reglas económicas son muy diferentes a las que rigen en Wall Streett.
El mundo femenino es solidario por definición. Solo competimos entre nosotras hasta conseguir un hombre, elemento imprescindible para armar una familia. Después, todo cambia. Los modelos masculinos no son los de antes y el “macho proveedor” se encuentra en franca extinción, así que nosotras, cuando la inflacion obliga, organizamos compras comunitarias, cuidamos los chicos entre todas, armamos redes de comunicación sumamente eficientes, contenemos, cuidamos, criamos, sacamos el mundo adelante a pura teta. Administramos bien porque, como el yogurt, las mujeres venimos con fecha de vencimiento. Llegamos y llevamos a horario. Nos insuflamos hormonas cuando sabemos que nuestro tiempo se termina, pero también cuando no es tiempo todavía. Otra paradoja, Señor Diputado: el control de la natalidad, del cual depende en gran medida la organización social, está en manos de jovencitas totalmente carentes de información y poder que son manipuladas y culpabilizadas si no cumplen con los mandatos que nadie se molestó en transmitirles. Un magro subsidio y casi seguramente la soledad serán sus únicas recompensas como madres solteras. Pero las mujeres estamos muy acostumbradas al desamor, la falta de compromiso y de apoyo y si algo sabemos, es como sobrevivir a todo eso para hacer que nuestros hijos crezcan lo mejor posible. Incluso, algunas veces, nos arreglamos para encontrar tiempo libre y entonces contenemos a nuestros congéneres masculinos, lo que nos hace, nueva paradoja, muy felices.
Asumimos el compromiso de poner gente en el mundo a sabiendas de que se nos irá la vida criándolos para, despues, dejarlos ir. Y cuando terminamos con los nuestros, seguimos con los hijos de nuestras hijas.
Claro, a veces, sólo algunas veces, nos fallan las cuentas y no podemos. Entonces se nos parte el alma pero tenemos que renunciar a un proyecto superior a nuestras fuerzas.
Sin embargo, ese hijo que no es viable nos acompañará toda la vida. Porque hay cosas que los hombres -y tal vez algunas mujeres- no saben: Que cuando una mujer aborta, sin embargo, sigue contando los años del hijo que no pudo ser: - “Ahora tendria ocho, porque fue dos años antes de nacer la nena. Ahora estaria terminando el secundario. Ahora, tal vez, ya estaría casado. ..”
Ese hijo secreto cuya existencia casi nadie conoce, pero que no se olvidará jamás, vive en nosotras para siempre.
¿Derecho al aborto? ¡Que eufemismo! No señores, las mujeres no queremos derecho al aborto, las mujeres queremos derecho a criar nuestros hijos sin culpas porque nos vamos a trabajar, porque estamos separadas, porque los tuvimos demasiado pronto o porque tuvimos que esperar demasiado. Necesitamos disponer de tiempo y medios para hacer que nuestra nueva gentecita prospere con dignidad.
Con respecto al aborto, Señor Diputado, las mujeres sólo queremos que dejen de culparnos cuando no podemos seguir adelante. Queremos condiciones higiénicas y seguras para atravesar ese momento que ninguna quiere atravesar. Y así como estamos dispuestas a dar la vida por los hijos que tenemos, no queremos que nos cueste la vida el que no podemos tener.
Las mujeres necesitamos los medios, no el derecho, que es inalienable, de cuidar nuestro cuerpo, porque entre nuestras piernas, abre sus puertas la vida . Y como nos sabemos obligadas a compartirnos nosotras mismas, no nos cuesta demasiado compartir lo demás. Por eso, las mujeres formamos una comunidad paralela, subterránea, solidaria, productiva, imprescindible. El lugar donde todo el mundo nace, crece, aprende a caminar, a hablar, a socializarse, para, después, ejercer el derecho de marcharse sin pagar. Ese es el mundo de las mujeres. Un mundo que si quiere, Señor Diputado, puede visitar ahora mismo. No se prive de hacerlo, aprenderá mucho de política.
Y cuando venga, recuerde traer un ramito de flores, las valoramos, o un detalle para los pibes, que no olvidaremos jamás. A cambio, le mostraremos el valor de la vida humana. Le enseñaremos como compartir el tiempo y la plata. Conocerá un mundo donde las clases sociales son supérfluas, donde la diferencia entre ser patrona o empleada sólo indica quien estrena antes el vestido nuevo. Gente que compensa el resentimiento personal por tanta injusticia sufrida reclamando siempre una vida mejor para sus pollos. Y se trata de personas exageradamente exigentes, porque saben que un error simple puede costar una vida. Muchas, son poseedoras de una gran cultura, pero fácilmente hacen a un lado los libros cuando la experiencia contradice a la teoria.
Gente que no miente si no es absolutamente necesario. Seres humanos imperfectos, como todos los demás, pero muy capaces de olvidar sus intereses personales cuando alguien necesita de su ayuda. ¡Y ni qué decir cuando ese desvalido es un niño!.
Venga a ver nuestro mundo, Señor Diputado, aprenderá mucho, se lo aseguro.
Y después sí, vaya tranquilo y legisle.
Una Madre Argentina.


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