domingo, 27 de noviembre de 2011

Carta abierta para una mujer maltratada

Querida amiga:

Cuando un hombre suelta los perros negros de su humor y golpea a una mujer, a él, no le pasa nada. Al otro día, o al rato, tal vez intente borrar su tristeza, la tristeza de la mujer, pero no puede. Trata, pero no puede. Él no escuchó cómo estallaba el cristal haciéndose añicos, y por eso no comprende y lo sigue intentando. Insiste, convence, se convence. Le dice que la quiere, convoca mil argumentos en su auxilio. Explica, promete, jura, implora. Cuando un hombre golpea a una mujer, incluso, llora.

Es tan persistente, que al fin alcanza su objetivo: ser perdonado por la mujer a la que ha golpeado. Entonces está alegre. Festeja haber borrado aquel momento de su conciencia, espantando la sombra de los perros negros que oscurecían el rostro de la mujer y festeja sobre ese cuerpo todavía dolorido. Cubre de besos y caricias la piel que ha rasgado, y sus intenciones parecen tan sinceras, que ella también quiere poder olvidar.

El hombre que golpea a una mujer la rodea con toda la intensidad de su arrepentimiento hasta caer agotado entre sus brazos.

Entonces, cuando se siente indefenso nuevamente, los perros negros del mal humor resurgen de su escondite, se apoderan de las manos que acariciaban a la mujer y con ellas descarga puñetazos nuevos sobre la víctima.

El hombre que golpea a una mujer no puede evitar sentirse un huérfano sobre su pecho. No puede evitar ser el autor de su propia orfandad.

Si una energía superior a la suya propia no lo evita, el reiniciará el macabro rito una y otra vez hasta destruir a la mujer.

La mujer que vive junto a un hombre que la golpea debería ser capaz de evitar un final tan triste para ambos. Pero no siempre quiere, y no muchos le creen. Sin embargo, a pesar de su debilidad, ella es la única que puede. El no dejará de golpearla: ni quiere, ni puede.

Cuando un hombre golpea a una mujer, deja una marca indeleble como terrible patrimonio que alcanzará no solo a sus hijos, sino a los hijos de sus hijos y tal vez más.

Cuando un hombre golpea a una mujer, estalla algo frágil que une a hombres y mujeres. Algo que, aún reparado, habrá perdido irremediablemente su belleza.

Cuando un hombre golpea a una mujer, la despoja. Ella queda desnuda de su inocencia y solo la cubre la vergüenza.

Cuando un hombre golpea a una mujer la obliga a cargar con la vergüenza de amar al hombre que la golpea. Una carga que se hará cada día más pesada, hasta destruirla.

El golpe que un hombre da a una mujer es el fracaso de la caricia.

El hombre que golpea a una mujer es un miserable, y nadie puede vivir indefinidamente en la miseria.

Ya lo sabes, amiga. No temas denunciar tu dolor, porque nadie es culpable de amar.

Abandónalo aunque lo ames y eso te haga sufrir. Sopórtalo, porque ese dolor tiene fin.

No te dañes con autocríticas, deja tus sentimientos en paz, no tienes la culpa de lo que ocurre.

El corazón tiene sus propios tiempos. Sólo trata de reservar un poco de amor para ti misma. Si tienes hijos, piensa en como sufrirías de ser testigo de su padecimiento: ellos sufren igual por el tuyo.

Se valiente, no vuelvas la cabeza, aprieta con firmeza la pena que tienes y si puedes, no temas transformarla en odio. En ese único caso, el odio será más sensato que el amor.

Alégrate de odiar al hombre que te ha golpeado si aún le amas. Tal vez le evites la cárcel, tal vez por fin busque ayuda para cambiar su destino.

Alégrate de odiarlo si amas a tus hijos porque les proporcionarás un futuro mejor.

Querida amiga, un hombre que golpea a una mujer no la ama, aunque lo jure, no se arrepiente, aunque pida perdón y no es una buena persona. Sobre todo, cuando un hombre golpea a una mujer, aunque quiera dejar de hacerlo, no puede. Los perros negros que devoran su corazón son, ahora, más fuertes que él mismo, así que no le creas aunque le creas.

No confíes fácilmente: muchos de aquellos a los que pides consejo están perdidos en el mismo infierno. Ese señor tan amable, esa señora de tanto carácter, aunque nadie lo sospecharía, pueden ser víctimas del mismo mal. ¿O no parecían también ustedes para los demás un matrimonio perfecto y él un marido envidiable?

Debes exigir apoyo de las instituciones que te protegen. Después de todo, para ti lo que ha fracasado es la institución matrimonial, o la familiar, o la pareja. Debes saber que este mundo sobrevive porque cuando una institución fracasa otras vienen en su auxilio.

Las instituciones de la salud, del derecho, o la fuerza pública están obligados a ayudarte a ti y a tus hijos, para ello la comunidad a la que perteneces les abona sueldos y honorarios.

Desgraciadamente, no eres la primera ni la última en sufrir ese calvario. Las que pasaron antes por allí dejaron impresas su huellas para guiarte.

Te deseo suerte y sobre todo fortaleza para romper las cadenas del prejuicio y el temor. Ya no falta mucho. Vas a ser feliz. Puedes. Palabra de Mujer.



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1 comentario:

  1. Excelente Ada. La publiqué en el CESA. MUCHAS GRACIAS. !!
    http://cesa-gjp.ning.com/profiles/blogs/carta-abierta-para-una-mujer-maltratada-ada-fanelli

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