domingo, 30 de octubre de 2011

Yo, Drácula

Dios Misericordioso:
Yo, Drácula, al que dicen Señor de Las Tinieblas, ante Ti me presento. Aquí estoy, cubierto con las grises alas del fracaso. Me enviaste a ellos con Tu Mensaje de Vida Eterna y he naufragado. No la desean. Tanto aman la muerte que fui perseguido, calumniado y torturado. Ellos me arrojaron al fondo de la noche y sólo en ella he conseguido cobijar mi angustia y desazón.
¡Todo es mentira, Señor! No les creas cuando gimen ante el sepulcro. Quise darles la Resurrección y tanto fue su pavor que me persiguieron como a una bestia maldita y me conjuraron con el crucifijo de sus dudas al cual aman más que a Ti.

Yo, Drácula, quise enseñarles a vivir en la sangre eterna del hermano, a vivir todos con todos en una sola sabia para siempre, pero ellos pensaron que Yo, Inmortal, deseaba su instante. Yo, que domino los secretos de Vida y Muerte, y quise ofrendarles en Tu Nombre Sagrado Mi Saber:
A cambio de una noche, La Eternidad.
Pero ellos prefirieron y aún prefieren la seguridad de cada día al dominio del presente. Ellos confundieron, y aún no se cómo.
¡Escucha Señor mi lamento! Tu, que eres el Unico que sabe aún más que Yo, ten piedad de Mi. Me asesinaron mil veces con la estaca afilada de su odio y piensan que me han dado muerte eterna, como si Tú no hubieras descendido a sus infiernos para darles la Revelación.
¡Lo han olvidado! Todo lo han olvidado, y creen verme en la noche, y creen que soy yo el que crea el pavor nocturno, y cuando les animo a venir a mí, piensan que a la oscuridad les llamo. Y tan oscuros están sus corazones, oh Señor, que no ven su propio sol nocturno. Piensan que temo a la luz del día porque en ella me desintegro. No ven ni sienten mi gozo supremo al transformarme en polvo en el polvo, para volver a nacer en la sangre de cada hombre.
Yo, Drácula, cobijado en oscuros huecos, esperé el paso del caminante, para entregarle mi secreto. Pero más pudo su espanto.
Me creyeron conjurado con el Diablo, y entonces llamé al Diablo para que les explicara que Tú y El son amigos, pero aún creció su temor e inventaron mil exorcismos.
Quise dar la eternidad a sus mujeres y sus hijas, condenadas por haber nacido, y me condenaron ellos a mí por tocar sus hembras. ¡A mí, que soy el Amante Eterno de la Vida!
¡Oh, Señor Sol de esta mañana! Escúchame, Yo, Drácula, te imploro...restaña estas, mis heridas, que son las heridas del amor...Seca mi piel, y seca mi carne, seca aún mis huesos con Tu Misericordia. Devuélveme a la Tierra Madre de la cual me arrancó un día la Voluntad de Hacer. Te confieso mi impotencia, mi ignorancia, te confieso mi no saber.
Mírame, soy Tu hijo y el hijo de Ella. Dame una de tus eternidades para descansar mi entraña herida en tu entraña, mírame, he realizado El Sagrado Oficio, y aquí estoy, una vez más con los brazos abiertos al cielo, yo, Tu Hijo Crucificado. Otro día, tal vez, cuando mi sabia reseca se haya nutrido en la fuerza y la paz del sepulcro, en la sabia inagotada de Ti, vuelva, resucitado, a esta tierra, y no sé cual será mi nombre ni mi rostro, pero sí se que volveré a repetir a los hombres de buena voluntad:
¡Come de mi carne, bebe de mi sangre, ama a tu prójimo como a ti mismo!



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Yo, Drácula by Ada Fanelli is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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