domingo, 13 de marzo de 2011

Mariposa Azul

Querida Mariposa Azul:

Hoy supe que encerrados en la frágil cáscara del cráneo humano conviven, concéntricos, no uno, sino tres cerebros.
El que anida en lo más profundo, es de lagarto. Rodeándolo o recubriéndolo, hay otro de mamífero. A su vez, sobre él, extendiéndose como un manto o una fina cáscara, el que suponemos humano, tal vez de loco o de poeta. Es muy débil y pequeño, como un recién nacido.
Todo el tiempo, ahí están mis tres cerebros, compartiendo la misma habitación. Y así, por fin, comprendo el motivo de tanto combate interior. Tanto conflicto y tanta interminable negociación.
A veces, me abandono al sueño como a una planicie, como si toda La Pampa fuese mi cama. En la distancia, los bordes de pasto se unen con el cielo que se precipita a lo lejos golpeando con la fuerza del rayo para subir nuevamente en una espiral verde que se aleja hacia el horizonte, perdiéndose en una lluviecita delgada que avanza, como puede, por entre los resquicios, en pos del tallo vegetal, buscando las raíces que le ofrecen su esencia de barro y polvo seco para cubrir el esqueleto de un terodáptilus muerto. -¡Cómo, si no, iba a estar un terodáptilus!- Me indigno y necesito corregir mis palabras, aún sabiéndome dormido.
Entonces replico: -¡No es tan fácil ser este maldito lagarto salido un día de todas las aguas! No cualquier lagarto. Pez trashumante transmutado. Rebelde que un día sacó la cabecita del mar y descubrió el cielo, y quiso quedarse viéndolo constantemente, sin saber que al fin y al cabo, en el horizonte se funden arriba y abajo. Pero el muy pescado, sin comprender que ya vivía en el cielo, empezó a crecerse unos pulmones donde habían bránqueas y unas patas en lugar de aletas, y creyéndose tan original, pisó por primera vez una playa. Bien pudo ser Villa Gessell.
Todo es arena. Sequedad. Viento. Y extraña el mar. Por eso se inventa tetas y deja de llamarse lagarto y decide tener un poco de mar adentro, y de ese mar van saliendo los hijos, uno a uno, hasta transformarse en una multitud que también marea como el mar.
Multitud de seres con tres cerebros, como mal disimuladas hidras enterradas en esta caja de huesos. Yo, hijo de la hidra, me despierto ensordecido. La cabeza truena. Los tres no están de acuerdo, nunca están de acuerdo.
Cada uno quiere que haga lo que él quiere hacer, y combaten. Furiosamente combaten. A muerte combaten. Se embisten intentando ganar sitio en mí hasta agotarme. Caigo rendido y duermo otra vez intentando olvidarlos, o que me olviden. Quisiera explicarles que yo sólo soy un poco de lluvia y polvo mojado en la llanura. Que ellos también son sólo un poco de polvo mojado, que todo es solamente un poco de lluvia y polvo mojado. Pero no me oyen porque son remolino. Yo no sé que buscan los atolondrados remolinos de viento en mi cabeza. Por eso, cuando me duermo, si puedo, prefiero soñar con la mar. Con añoranza de lagarto, con poesía de hombre, con hambre de vaca, abandonando al fin la triple locura sobre la almohada que se abre para mí, en la noche, como una madre. Y así, me elevo liviano, liviano, liviano, como si llevara puestas las alas de una mariposa. Una mariposa azul.
Querida Mariposa Azul, escapa de esta cabeza, busca rendijas, ranuras, inventa nuevos errores para espantar al mundo. No te des vuelta, nunca, nunca. Despliega tus alas de cielo en el cielo.
Monta sobre una nube, habla con los pájaros y las luciérnagas y cuéntales la historia del pez que quiso ser lagarto y del lagarto que quiso ser vaca y del animal de tres cerebros. Cuéntales como parió hijos e hijas que llenaron los confines, todos niños de tres cerebros que no están de acuerdo, nunca están de acuerdo y pelean entre sí destruyendo su mundo, sus crías, su prójimo y a sí mismos. Cuéntales cómo olvidó el cielo y cómo lleva la mar dentro de sí y cómo cada año, sistemáticamente, inicia la migración hacia cualquier costa para, arrobado, contemplar desde allí su antiguo hogar de pez. Cuenta también que a veces la mar asoma a sus ojos y traza surcos de sal sobre sus mejillas y todo podría ser diferente a partir de allí. Cuenta como entonces parece transformarse por unos días y se echa sobre la arena contemplando el cielo como si hubiera conseguido sentirse sólo un detalle más del Universo y cómo, por un instante, sus tres cerebros parecen calmarse.
Pero, al poco tiempo, despiertan nuevamente su voracidad y su codicia e inicia el retorno. Vuelve a su encierro en el antiguo cofre de huesos perforados como si temiera. Como si ya no pudiera. Como si hubiera olvidado otra vez.
Cuéntalo todo, Mariposa azul. Cuéntalo a quien quiera escucharlo. Cuéntalo ahora, liberada al fin, de las visceras y las cuencas. Espera a que cese la tempestad, y cuando encuentres el arcoiris, vuela hasta lo más alto y desde allí, cuéntalo. Cuéntalo todo, no te detengas.
¡Ay! ¡No te detengas!.

Sin otro particular, me despido con la alegría de verte, por fin, volar.

Tu seguro servidor:

Ser Humano.

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